El espíritu del deporte se citará a partir del 8 de mayo con los
límites de la resistencia humana en una travesía insólita a lo largo de
todo Estados Unidos, más de 5.300 kilómetros en una bicicleta adaptada.
Iñaki Castañeda, icono del deporte vasco con discapacidad, se dispone a
derribar la enésima barrera en una gesta en la que le acompañará Txema
Eizaguirre, aventurero de las dos ruedas.
El dúo hace un quiebro a la lógica implacable de la edad que amenaza
con apagar su físico. Los dos desafían la cronología con un espíritu
inconformista que les garantiza la incombustible osadía de la juventud.
Iñaki y Txema se lanzan a la conquista de América, con 53 y 60 años,
respectivamente, dispuestos a ver mundo.
Ambos comparten caminos cruzados en los que el deporte ha acabado por
unirlos. "La práctica deportiva puede ayudar a resolver los problemas
más difíciles", sentencian. La fatalidad se cebó con Iñaki en un día
lluvioso de hace 29 años cuando su camión se salió del carril para
colisionar con otro vehículo pesado.
"¿Qué va a ser de mí?", se preguntó cuando le amputaron las piernas. A
sus 40 años se había ganado un puesto de privilegio en el triatlón
vasco aficionado. Este bilbaíno encontró en el deporte la vía de salida
erigiéndose en un referente de las pruebas adaptadas. "Fui el pionero en
Bizkaia en las pruebas en silla en atletismo primero y después en
ciclismo y esquí. No había nada", relata. Por su parte, Txema descubrió
en el deporte una redención para su vida canalla y noctámbula. "Vivía de
noche y me fumaba tres paquetes diarios. Mi deporte era el mus y el
alcohol porque tenía alergia al ejercicio", recuerda.
Su transformación llegó hace 12 años por la soledad que le asolaba
tras un divorcio. Afiló su figura de corpulento melenudo de 90 kilos
para dominar las competiciones de triatlón de Cantabria. Su último reto
llegó hace más de un año con una travesía desde su residencia de Castro
hasta la frontera con Irán donde acabó hospitalizado por un accidente.
Ambos transitarán por la ruta 66, una reliquia que forma parte de la
memoria colectiva de la América motorizada, destino preferido de las
bandadas de moteros. "Es una carretera descatalogada sin tráfico
reservada para el turismo", señala Iñaki. Esta vía es su nueva senda
deportiva tras su retiro de la competición el pasado diciembre con 13
medallas en campeonatos estatales de atletismo y un europeo en el
paratriatlón de larga distancia. La pareja remplaza la rigidez de las
pruebas reglamentadas por la libertad sin límites de esta experiencia
vital. Iñaki y Txema se entregan al destino y descartan cualquier hoja
de ruta. "Comeremos cuando tengamos hambre, dormiremos si tenemos sueño y
pedalearemos si nos acompañan las fuerzas", resume Txema.
A este respecto, sus limitados recursos les abocan a un periplo
nómada donde ni el techo ni la comida están garantizados. Ellos están
preparados para buscarse la vida con un kit de supervivientes en el
remolque que incluye tienda de campaña, sacos de dormir, un hornillo
doméstico y una pequeña potibilizadora de agua.
Aunque utilizarán los moteles de carretera como puntos de descanso,
el raso será su dormitorio en las zonas menos pobladas. Los dos
ciclistas atravesarán un territorio semidesértico por la geografía
desconocida de la América salpicada por poblaciones anónimas.
La excepción la marcan los extremos de la Ruta 66 que une Los Ángeles
con Chicago, dos de las urbes estadounidenses más cosmopolitas. A
partir de ahí, su periplo continuará hasta Nueva York por carreteras
secundarias. Calculan jornadas de 100 kilómetros a una velocidad de 25,
aunque la travesía solo es la antesala de su reto definitivo: la vuelta
al mundo en bicicleta. Los dos deportistas planean ya atravesar un
continente por año.
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